miércoles, 12 de septiembre de 2012

A veces me creo “el abominable hombre de la nieve...”

César Medina
lobarnechea1@hotmail.com
Los fines de semanas en Madrid me envuelvo en interminables jornadas de lectura. Es apasionante ver lo que está pensando Europa de Ángela Merkel o la opinión de Obama sobre Mandela... Pero también leo los diarios europeos y con mayor detenimiento los periódicos dominicanos tradicionales en sus versiones digitales.
Suelo ver los informativos de televisión, que aquí son muy buenos y actualizados al minuto, y algunos programas especializados en Economía y Política con similitudes a los nuestros, pero más alborotados porque los panelistas se interrumpen, y a veces hablan al mismo tiempo como para que nadie los entienda.
En fin, que dedico bastante tiempo a aprender cosas fuera de la rutina de la Embajada y de los compromisos protocolares que aquí son inacabables, sobre todo a partir de ahora que finaliza el largo asueto de verano que convierte a Madrid en una ciudad casi muerta, semiparalizada. Por eso, casi todos los embajadores acreditados aquí se pasan el mes de agosto en sus respectivos países para regresar con los vacacionistas, a principios de septiembre.
Es curioso, pero cuando estoy en España me siento mejor informado de todo lo que está pasando en el país, a pesar de que allá me mantengo en la vorágine de la actualidad que me impone la presencia en los programas de televisión y radio.
Es eso, probablemente, lo que explique que en la distancia sea capaz de mantener una columna diaria tratando temas de la actualidad social, política o económica sin obviar el análisis rápido de los acontecimientos más importantes y trascendentes.
De lejos se ve mejorEn la distancia hay una mejor perspectiva de los acontecimientos y ocurrencias dominicanas. Allá regularmente el árbol quita visibilidad al bosque. Y a lo lejos casi siempre se ve clarito cuando la montaña va a parir ratón...
Y como cada domingo al llegar la noche suelo pasar balance a la semana que se ha marchado, esta vez al leer la página de opinión de uno de nuestros diarios he llegado al convencimiento de que me estoy convirtiendo en el “aborrecible hombre de la nieve...”
No entiendo nada de nada...Me la han puesto en China. Me pellizco para ver si es verdad que estoy viviendo en Madrid, capital de entrada al Viejo Mundo. Porque... o me estoy poniendo loco o desde allá me están mintiendo.
Un articulista dominical, prestigioso académico con los apellidos de la Calle Ocho, presenta un país sencillamente irreconocible para cualquier dominicano que viva fuera.
La nuestra es, a su juicio, una sociedad en disolución donde lo mejor fuera desbaratar la partida y barajar de nuevo... Y donde se ha impuesto “una cultura cleptocrática”.
¡Bájele algo, profe...!¿Una cultura cleptocrática...?. Me quedé pensando un buen rato. O sea, una cultura de ladrones.
¡Bájele algo, profesor...!, quise vociferarle desde Madrid, pero al instante supe que no me escucharía. Porque cuando Tirso Mejía Ricart se pone así no escucha ni a los que le quedan cerca.
Según él, en nuestro país cunde “el irrespeto a las instituciones y deshonestidad en el uso de los recursos y el poder del Estado, que nos llevan inexorablemente a un estado fallido de imprevisibles consecuencias”.
El panorama sombrío de la situación actual y del futuro del país que presenta el doctor Mejía Ricart en su artículo dominical no se corresponde en absoluto con los avances en todos los órdenes que ha experimentado nuestro país en las últimas dos décadas.
La República Dominicana es el país de mayor crecimiento de América Latina en los últimos 20 años, con excepción sólo de Chile y Brasil.
Y aunque con debilidades institucionales y elevados índices de corrupción, un mal social de estos tiempos común a casi todos los países del mundo, República Dominicana puede exhibir hoy con orgullo un sistema democrático sólido y sin ningún asomo de peligro, con medio siglo de cultura electoral donde se respeta el voto de la mayoría.
Lo único malo de todo esto es que la mayoría que se ha impuesto en las urnas en las últimas cinco elecciones, no es la mayoría a la que pertenece el doctor Mejía Ricart.
De haber sido a la inversa, entonces el país no estuviese camino a la disolución que está viendo el profesor Mejía Ricart.
Si Tirso quisiera complacerme y me acompaña una semana en Madrid, me animaría a invitarlo. Porque así vería desde adentro lo que es una crisis de verdad, con la gente en la calle gritándole a nadie, perdidas las esperanzas, “sin casa y sin curro” y, lo que es peor, sin solución a la vista.
Me gustaría verlo como político español, alto dirigente del Partido Socialista.
¡A ver si es fácil! 

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