domingo, 20 de marzo de 2011

NEW YORK NEW YORK



"Bueno, esto es lo que es: New York, New York", me dije y fue inevitable la memoria de Frank Sinatra.
Eduardo Lantigua, poeta dominicano
El sábado había llovido toda la noche, con ese modo de lluvia fina, de hilos delgados casi transparentes y farsantes, muy al estilo de la cultura norteamericana. Este domingo, agobiado por la estrechez de la habitación y los recuerdos, me tiré despacio de la cama y entré al baño. Saqué mi lengua y la mostré al espejo, y me pareció ver a todo lo ancho y largo una costra sucia de recuerdos inevitables. Ajusté ahora el agua caliente, ahora el agua fría. "Coño, una mierda de esclavo moderno, eso es lo que soy", me dije. Miré de nuevo al espejo. En mis ojos estaba claro que no podía engañar a las fieras invisibles; que la bestia lamia el hocico y sus dientes afilados esperaban por mí. Desde el fondo de mi memoria vinieron subiendo, impotentes, mis diablos cojuelos. Depositaron sus máscaras multicolores, sus delirios y toda una gama de sufrimientos tropicales.
A medio día, dispuesto a desangrarme, entré al Punto del Sabor en la Avenida Saint Nicholas y pedí una cerveza. La morena (que tanto prometen para mí mucho antes del polvo), inclinando hacia atrás ese trasero de carne viva y redondo como garantía, dirigió la botella hacia el vaso, pronunciando abiertamente la "a" de cervezaaaaa con sus labios rojos y carnosos, y me dejó ver sus dientes blancos e impecablemente alineados; y revoloteó su lengua ágil de culebra como si fuera una serpiente, y sus pechos duros ocuparon todo lo imaginable en mi cerebro ahora inútil. "Para que sepas, puro training", me dijo, con un movimiento de alarde en sus caderas sustanciosas y se alejó, con una sonrisa echada a quemarropa y soplando un beso desde la palma de la mano, haciendo con los dedos como una mariposa. "Ay coño, se ve que esta morena no sabe lo que es un burro cibaeño", pensé. Pero bueno, esto es lo que es: New York, New York, el tiempo es dinero y un buen culo no necesita mercadeo.
Empezaba a llegar el frío y recordé un cadáver flotando sereno en el mar azul, entre Puerto Rico y República Dominicana, y sentí lástima, no por el cadáver, sino por mí y esta hermosa morena de voluptuoso culo y lengua de culebra.

Autor: Eduardo Lantigua 









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